martes, 12 de abril de 2016

LA VICTROLA





¿Será posible que la hayamos olvidado? ¡Y en cuántos cumpleaños nos trajo la alegría!
La victrola era un mueble obligado en toda casa respetable. Su nombre original era gramófono, fonógrafo, autofónica y ortofónica, pero hija legítima de la RCA Víctor salió al mundo bautizada con el nombre de Victrola.
Las había de varios tipos y tamaños, desde el mueble de lujo hasta el portátil maletín. Al abrirla, el olor era característico: Una mezcla de madera barnizada y acerté mineral. Un ciego con regular olfato, estamos seguros habría sabido que estaba a su lado con sólo olería, nada tan característico como el olor a Victrola.
Su mecanismo fundamental en todas eras el mismo: Un plato giratorio donde se colocaba el disco fonográfico, cayendo sobre él a modo de brazo un tubo hueco, angular y móvil, con una cabeza portadora de la aguja que por fricción sacaba el sonido.
El tubo se continuaba por el otro extremo hasta una bocina que amplificaba las voces abriéndose en una ventana. A un costado una manivela o manigueta servía para devolver la tensión a la cuerda de acero que hacía mover el disco. Como cosa adicional junto al plato giratorio dos o tres recipientes que parecían ceniceros, para colocar las agujas, nuevas en uno y usadas en otro. Cada disco requería cambio de aguja. Bajo el borde del plato, un dispositivo accionado por una palanquita, podía graduar la velocidad giratoria. Eso era en esencia la Victrola.





¡Los discos! Una nueva industria apareció en el mundo. No había cantor famoso por la calidad de su voz o la fuerza de la moda, que no ofreciera repertorio en discos. Se lo escuchaba tantas veces cuantas se deseara en la bocina del fonógrafo. Así quedaron grabadas las voces de famosos artistas, como Enrique Caruso, Geraldine Parrar, Hipólito Lázaro, Miguel Fleta y muchos más.
Gracias a los discos tuvo tanta divulgación el Fox-trot de norteamérica y más aún los tangos de Gardel. En la colección no faltó la voz de actores teatrales, como el criollísimo Rafael Guinand, nombre asociado a toda una época de la radiodifusión venezolana. Podía oírselo en grabaciones como el Dr. Niguín y el Fantasma de Las Gradillas, dos recitales de purísima vena criolla. No había fiesta de cumpleaños en la cual no apareciera la Victrola, tan popular que pasó a la copla; recordemos aquella en voz y lamento:
"Y el consuelo que me queda es poner en la Victrola la canción de mi carola"... etc.
Los discos no sólo eran frágiles sino rayables fácilmente; bastaba que por descuido no se colocara una aguja nueva al iniciar cada disco para que se malograra la calidad del sonido.
El mueble era noble; caja de madera montada en cuatro patas delicadamente torneadas; las ventanas delante en el centro, y para graduar la intensidad de la voz se abrían dos portezuelas. A los lados otras dos daban acceso a espacios para graduar los discos. Pesados eran ellos y venían en álbumes con sobres interiores, dejando ver en su centro el sello de marca y el nombre de la pieza con otros detalles. Otro tipo de mueble era una consola alta, revelando su identidad la férrea manivela que colgaba aun costado. Y en contraste con esas majestuosas concepciones teníamos la pequeña Victrola portátil parecida a un maletín. Ideal para los paseos en tren hasta El Palito o Las Trincheras; con ella a un costo muy bajo, sin necesidad de contratar músicos, se podía poner la fiesta.
No faltaba el salón augusto de una tía espléndida, en la cual se exhibiera un antepasado de la Victrola, con sistemas mecánicos realmente ingeniosos y la bocina a la vista, inmenso caracol o azucena pardoscura que desplegada dejaba oír la voz.
Cuánta diferencia en calidad y sonido, si comparamos la modesta Victrola con los sistemas complejos y refinados! ¡Cuan agradecidos de nuestra vieja Victrola! Ratos inolvidables quedaron en el recuerdo asociados a la "Canción de mi Carola", a "Se va, se va la lancha" o el viejo fox "Un perrito se ha perdido"


TOMADO DEL LIBRO DE HADAS Y DUENDES DEL PUERTO DE ARISTIGUIETA GRAMCKO.

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