Conocí a Ramón Díaz Sánchez en la casa porteña de su madre y de su hermana. Mi amistad con Noris y Ángel, hijos del matrimonio de Pedro Manuel Madrid y Carmen Otilia Díaz Sánchez, me permitió vincularme a un hogar donde don Ramón era visitante de por lo menos una vez al mes. Con su primera hija, Hilda, mantenía desde siempre la mejor de las relaciones.
Se alojaba en algún buen hotel de El Palito, y en día sábado practicaba la visita familiar. Después salía a recorrer el puerto y la campiña circundante, oportunidades en que era invitado, estudiante liceísta como era, a escuchar una cátedra de porteñidad.
Sobre todos, los terrenos de la hacienda Cumboto y el pueblo de Guaiguaza, eran visitados por el porteño ilustre. Recorriendo Cumboto explicaba los lugares donde habían nacido las ideas y personajes que luego plasmara en sus varias veces premiada novela, leída y estudiada desde el primer año de bachillerato en el Liceo de entonces. En una ocasión visitábamos las ruinas de la Casa Blanca, espacio fundamental en la narración; me señalaba los gruesos pilares que aún se sostenían en pie, a los que comparó con troncos de árboles robustos. Le hice la observación de que en la novela la casa de los amos poseía dos pisos, y la que teníamos a la vista sólo uno. Me felicitó por la observación y argumentó: “Necesitaba una mansión de dos plantas para que Natividad (el eje narrativo) pudiera, mientras limpiaba, observar los movimientos de los dueños y de la servidumbre”. Y concluyó sonriente: “Son las licencias que nos tomamos los novelistas, capaces de hacer de las mentiras elementos veraces y, sobre todo, creíbles”.
Ya en Caracas, donde había viajado a continuar estudios universitarios, el primer domingo de mi estadía, me dispuse visitarlo.
La quinta Milagrosa, en la calle “H” de El Paraíso, me resultaba familiar de tanto escuchar hablar de ella. Un verdadero rincón de ensueño… Me recibió don Ramón en la biblioteca, un mundo de más de 20.000 libros. Hablamos de Puerto Cabello… En su oportunidad le dije que en Caracas estudiaría Derecho, y que lo había buscado para que me enseñara a escribir la historia de mi ciudad. Fue por demás generosa su actitud. Al día siguiente me entregaba una primera lista de temas porteños por leer (Recuerdos de Venezuela, de Jenny de Tallenay, entre otros), y en los días siguientes era simbólicamente nombrado su Secretario. Me correspondió en especial realizar la investigación de archivo en la Academia de la Historia y en la Biblioteca Nacional, para el libro Crespo, o el Ocaso de la Llanura, que nunca fue concluido.
Mundo de aprendizaje, las conversaciones que tres veces a la semana realizábamos para analizar los materiales investigados, me enseñaron, entre otras cosas, a equilibrar la información producto de fuentes contrapuestas. Me permitió escudriñar su biblioteca. El contacto personal fue también con Isabel, la esposa, y la hija Milagros.
Entre septiembre de 1976 y Julio del año siguiente, tuve para mi solo, al mejor de los Maestros.
Fuimos, si no bien su discípulo, su secretario, su amigo, la persona que recibió en el momento en que cualquier joven necesita estímulo, la voz de su aliento, el impulso de su ejemplo, su presencia ejemplar en nuestra vida.
“Hay que luchar, la felicidad no se recibe como un regalo, hay que conquistarla; por fortuna mi propia vida es el mejor ejemplo, lo que soy no es el producto de una herencia, no me ha sido dado graciosamente, lo que soy es obra de mi esfuerzo”. Son palabras de Ramón Díaz Sánchez, sacadas de su diario íntimo… Interesa poner de relieve como ejemplo, una lucha constante por la superación personal. Si algo había que apreciar en él, era ese afán de perseverancia, de insistir hasta vencer.
Sería un individuo permanentemente insistiendo en su formación.
Pienso que el ejemplo de Ramón Díaz Sánchez y su pasión por ser un escritor, es algo que interesa a este país del facilismo, a esta Venezuela de las inconstancias, a este nuestro tiempo del azar permanente…
Ramón Díaz Sánchez se decidió desde joven a ser escritor, y para ello sacrificó toda la posibilidad que posee un hombre inteligente de producir riqueza material, la proyección política (fue diputado al Congreso Nacional), el goce permanente del poder (fue un alto funcionario del Ministerio de Educación y perteneció al ala luminosa del medinismo).
Ramón Díaz Sánchez fue quizás el último de los escritores venezolanos de formación autodidacta.
Nuestro personaje a los diez años de edad era un niño de un solo pantalón y una camisa. Para lavarle esa ropa lo encerraban desnudo en un cuarto, tiempo que él aprovechaba para leer (el lector fue así no sólo vocacional, sino también obligado). Ese lector de la habitación hogareña, lo será igualmente en el castillo San Carlos (Maracaibo) y en el destierro que sufre en Cumaná.
Traducidas sus obras a varios idiomas, es el porteño más universal del Siglo XX, como en el siglo anterior lo fuera el héroe Bartolomé Salom. Su empeño en triunfar sobre todos los obstáculos, su ambición de sabiduría, culminaron en el escritor que siempre quiso ser.
Ramón Díaz Sánchez hizo con las palabras prodigios que lo colocan entre los grandes del idioma. Sus libros lo elevaron al alto sitial de las Academias. Recibió varios premios, el más prestigioso, el internacional de novela “William Faulkner” (1964), concedido por la fundación homónima con el respaldo de ocho universidades inglesas y dieciséis instituciones similares de los Estados Unidos, a su novela Cumboto.
Para conocer mejor al personaje
Uno de los venezolanos más universales nació en Puerto Cabello el 14 de Agosto de 1903. Se trata de Ramón Eugenio Díaz Sánchez, hijo de Ramón C. Díaz y Rosario Sánchez.
No pudo estudiar sino hasta el cuarto grado de educación primaria quien llegaría a ser reconocido hombre de letras. Su primera escuela funcionó en el local del Gremio de Artesanos, que reunía a los obreros y a sus hijos para darles educación. Maestros de esta famosa institución fueron Cirilo Alberto y Simeón Estilito Ibarra, este último bachiller de aquél tiempo nacido en Borburata. Otra escuela en la cual recibió clases fue la del maestro José Ramón Pelayo. También en la casa de su madrina Amalia Lugo… Y finalmente, en la mejor de todas las escuelas, aquella que en su propia casa organizaron sus padres obreros.
Será reconocido como un autodidacta, esto es, de aquellas personas que se forman a esfuerzo propio, leyendo, estudiando, investigando… En su casa encuentra toda una pasión de leer en manos de un padre notable en inquietudes intelectuales, frustradas ante la dura realidad de producir como obrero tabaquero el pan cotidiano; y una madre amorosa, que cada día floreció sus manos con un libro de versos o una buena novela.
Como otros escritores de ese importante momento histórico, Ramón Díaz Sánchez define su vocación literaria en el periodismo. Ingresa cual simple trabajador manual, como entintador de prensa, o simple cobrador de suscripciones, en el diario Boletín de Noticias que dirige Julio Antonio matos. Es un joven de diecisiete años quien trabajará igualmente en el diario El Tesón, dirigido por Guillermo García Célis. Define un destino de escritor a través de la columna vertebral del diarismo, cuando ingresa en el grupo de redactores del vespertino El Estandarte, donde ensayan su pluma bajo la batuta de Lope Bello intelectuales de la talla de Luís Alfredo Colomine. En las letras periódicas aflora su pasión por la historia, que será determinante en el resto de su acontecer. Vive para escribir, y esto será aleccionador en un joven que experimenta la urgencia de realizar su vocación en el trabajo cotidiano.
La necesidad de superación y el espejismo económico en que se convierte el estado Zulia al comienzo de la explotación petrolera, hacen que Ramón Díaz Sánchez dirija sus pasos hacia Maracaibo. Escribirá algún tiempo después: “Para ganarme la vida en aquella ciudad trepidante, comencé por vender muebles por cuotas y terminé como redactor de los importantes diarios La Información y Excélsior, donde trabajé al lado de Simón Plumachú y Manuel Felipe Rugeles”.
Junto a sus inquietudes literarias están sus sueños políticos de una patria mejor. Integrante del grupo literario “Seremos”, va a dar a las bóvedas del castillo San Carlos, que abre la dictadura del general Juan Vicente Gómez para acallar una juventud que insurgía contra una manera de gobernar dañina a Venezuela. Durante dos años la prisión del castillo se convertirá en Universidad. Allí aprenderá inglés y francés, realizará lecturas que signarán su vida, estará en contacto con jóvenes que también orientan su vocación hacia el mundo de las letras. Cuando salga de la cárcel, será escritor definitivamente.
Luego de una breve estancia en su ciudad natal, se residenciará en Cabimas, escenario propicio para recopilar información y luego plasmar la primera de sus trascendentes novelas: Mene.
Mene transita por un territorio de buena literatura, con una forma sencilla y directa de decir las cosas, que en ese momento de la vida del autor y con el hombre como único tema, resultan definitivos anunciadores esfuerzos superadores por venir. Mene está considerada aún hoy por la crítica literaria especializada, como la novela del petróleo.
Concluida la pesadilla del gomecísmo con la muerte del dictador, Díaz Sánchez se traslada a Caracas, ciudad propicia para culminar sus empeños de superación. En la capital de la República canaliza activamente sus inquietudes políticas en el cauce que le ofrece el partido oficial (Cívicas Bolivarianas), durante el gobierno del general Eleazar López Contreras, al lado de valiosos intelectuales como Arturo Uslar Pietri, Manuel Rodríguez Cárdenas, Manuel Felipe Rugeles, José Fabiani Ruiz… En el quinquenio siguiente formará parte del ala luminosa que fortalece la tendencia abiertamente progresista del gobierno del general Isaías Medina Angarita, cerrando filas en el Partido Democrático Venezolano.
Es en esta época - año 1944 y siguiente - que se desempeña cual legislador, representando a su Estado natal en la Cámara de Diputados del Congreso Nacional. El paso por algunos cargos burocráticos, no menguarán sin embargo su pasión de escribir.
Ramón Díaz Sánchez será fundamentalmente escritor… Sus tres primeros libros - Cam, Transición Política y Realidad en Venezuela, Ámbito y Acento - tienen motivaciones distintas y conclusiones por ello diferentes. El tema de la literatura y la historia serán una constante en la biografía de Cecilio Acosta, en el extraordinario libro escrito sobre Teresa de la Parra, y las biografías recogidas en Diez Rostros de Venezuela. Otros importantes ensayos son: Evolución Social de Venezuela y Paisaje Histórico de la Cultura Venezolana.
Las dos mejores obras de Díaz Sánchez fueron escritas simultáneamente… Se trata del libro Guzmán Elipse de una Ambición de Poder, de las más importantes biografías escritas en Venezuela, que recoge las parábolas vitales y trascendencia política de Antonio Leocadio Guzmán y de su hijo Antonio Guzmán Blanco; y otro libro que interesa a la cultura porteña, cual es la novela Cumboto. Esta última obra, que se desarrolla en el ambiente rural que rodea a Puerto Cabello, capta una Venezuela agraria hoy desaparecida, atada a la tierra, ligada sentimentalmente al desarrollo histórico de la región. Cumboto, junto a su otra novela Borburata, son los tributos que nuestro biografiado rinde a su amado terruño.
Otras obras de este mismo autor serán su novela Casandra; el ensayo Líbano una Historia de Hombres y de Pueblos, que recoge la historia de los libaneses de Venezuela y América; El Caraqueño, biografía del Libertador Simón Bolívar; y su drama La Casa, estrenado en el Teatro Municipal de Puerto Cabello en 1975
Columnista del día/Notitarde-lacosta.
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