jueves, 26 de mayo de 2016

Diablos Danzantes de Corpus Christi


Los Diablos Danzantes de Corpus Christi son una tradición de la costa central de Venezuela que se celebra en honor al Corpus Christi el noveno jueves después del Jueves Santo o día del Santísimo Sacramento (Fecha móvil entre los últimos días de mayo y los primeros días de junio). Su origen se remonta a más de 400 años, cuando elementos de la tradición católica se unen a creencias populares y de raíz africana. Dada su riqueza y significación, que refleja la identidad y diversidad cultural de Venezuela, esta sincrética manifestación –representada por 11 cofradías– fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2012.





La celebración de los Diablos Danzantes de Corpus Christi está conformada por promeseros que visten indumentarias coloridas y máscaras de diablos –elaboradas por cada cofradía–, y los devotos que colaboran con los preparativos de altares y ofrendas. La iglesia católica forma parte activa de la celebración, al cumplir un papel fundamental en la escenificación –llevando la Eucaristía–, mientras los diablos bailan por el pueblo al ritmo de maracas, cajas, tambores o instrumentos de cuerda para espantar al maligno, hasta rendirse sumisos ante el Santísimo. La participación es masculina, aunque las mujeres forman parte importante en el proceso de confección de trajes, y soporte de la festividad. La cofradía que incorpora una mujer en su baile, “La Sayona”, 




Las once cofradías que conforman los Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela son: Diablos de Yare, vestidos totalmente de rojo y grandes máscaras, ofrendan en torno al pueblo San Francisco de Yare (Miranda); los Diablos de Naiguatá, de trajes multicolores y máscaras con facciones de animales marinos (Vargas); Diablos de la Costa, Cofradía de Chuao, Cofradía de Turiamo y las jóvenes Cofradías de Cata y Cuyagua (todas en Aragua); Cofradías de Patanemo y San Millán (Carabobo); Las Diabladas de Tinaquillo (Cojedes) y San Rafael de Orituco (Guárico).



Diablos Danzantes de Patanemo, en Carabobo

La Bahía de Patanemo ofrece, tanto a visitantes como locales, blancas arenas y aguas azul turquesa de belleza inigualable. Este territorio del país alberga una de las cofradías de los Diablos Danzantes de Venezuela más antiguas, ya que su origen se remonta a 1721. Esta sociedad en particular se da un baño de purificación en el río “El paso de Belén”, como parte del ritual de los diablos danzantes.
Esta cofradía en específico realiza las máscaras dos meses antes del día de Corpus Christi, en ellas recrean animales como peces, perros, cochinos, pericos y dragones; las mismas son hechas a base de cartón con engrudo y se deben renovar cada año.
Los trajes son de rayón estampado o satén, pero antes de usarlos deben ser santiguados por el capataz; las mujeres se visten con batas de colores, no usan máscaras, a veces bailan y a veces colaboran con el cuidado de los niños durante la danza. Utilizan el cuatro con las cuerdas volteadas y la danza es acompañada por unas maracas y por campanas o cencerros.

Diablos Danzantes de San Millán, en Carabobo


Ubicada en el área centro-norte costera del país, la población de San Millán, en el estado Carabobo, celebra año a año una de las manifestaciones de mayor arraigo cultural en Venezuela.
Los Diablos Danzantes de San Millán se originan en el año de 1827, aunque es desde el año de 1973 que se rescató la tradición. Esta cofradía se organiza por tres capataces que, aunque ofrecen el servicio de guía espiritual, no tienen distinción entre los otros diablos.
Los hombres que deseen ser parte de esta cofradía deben cumplir con tres requisitos: tener más de 10 años, estar bautizado y bailar sin interrupción durante siete años.
Su vestuario es sumamente colorido y las máscaras están hechas con alambre moldeable, papel periódico y cintas de colores. Las mujeres acompañan a estos danzantes y los apoyan con agua, chocolate o si el traje se daña. Durante las danzas van al ritmo del cuatro y bailan también el caracol o juego en círculo.
Esta cofradía no tiene jerarquías, sólo eligen a los capataces por años de dedicación o trayectoria.








domingo, 22 de mayo de 2016

¿Último Barco Negrero?





José Alfredo Sabatino Pizzolante
@PepeSabatino
Desde hace algunos años se viene celebrando en Puerto Cabello, cada 26 de mayo, la llegada del último barco negrero. Explican sus organizadores que la efeméride recuerda el arribo a la ciudad del buque “Roma Libre”, el año 1825, proveniente de África con un cargamento de numerosos esclavos que fueron de inmediato liberados por las autoridades, finalizando así el gran tráfico de esclavos llegados de aquel continente. El suceso lo consigna el General Páez en su Autobiografía, señalando que el capitán don José del Cotarro se presentó ese año en La Guaira, para entregar al gobierno colombiano dicho bergantín, contrariado al ver que en España había sido derrocado el sistema constitucional y repuesto el régimen absoluto. Sin embargo, el bergantín “Roma Libre” no era un barco negrero, sino uno armado en corso, y aunque arribó al puerto con algunos esclavos esto fue en fecha anterior a mayo del año veinticinco. Pormenores de las circunstancias que rodearon su llegada, los conocemos gracias a la lectura de un folleto que su capitán publica en el puerto, bajo el título “Exposición de José del Cotarro Dueño y Capitán del bergantín Roma-Libre en testimonio de gratitud a los Colombianos por su generosa acogida”, que se conserva en la Academia Nacional de la Historia.
Explica Cotarro que en septiembre de 1823 le había sido otorgado patente de corso para perseguir buques de las naciones enemigas de España, entre ellas Francia, zarpando en diciembre de ese mismo año de la Habana; a su llegada a Puerto Rico se entera de los cambios políticos ocurridos en la metrópolis europea, y aún así confiesa siguió haciendo el corso apresando a una fragata francesa en ruta de Burdeos a Perú, además de una goleta también gala con 362 esclavos a bordo, en su navegación de regreso de la costa de África al sur de la Isla de Cuba, los cuales vendió allí sin autorización de las autoridades. Cotarro entonces dirige la embarcación a La Guaira, a finales de 1824 o enero del año siguiente, solicitando la protección de las leyes de Colombia por las persecuciones de que era objeto por parte de las autoridades españolas, en razón de las ideas liberales de las que –decía él- era partidario. Las autoridades locales le brindaron protección persuadidos de que aquél había cumplido a cabalidad con las reglas del corso, autorizándole a destinar la embarcación a tal fin, si ese fuera su deseo.
El 10 de enero de 1825, sin embargo, llegaban a ese mismo puerto algunos buques de guerra franceses, bajo el mando del Capitán de Navío Dupotet, para formular varios reclamos entre los que figuraban Cotarro y su buque, por supuesto incumplimiento de las regulaciones del corso al atacar embarcaciones de aquella nación. La denuncia contra Cotarro, entonces, fue desestimada por ser vaga e indeterminada. A pesar de lo anterior la versión de Cotarro será nuevamente examinada por las autoridades locales, en particular, cuando ve luz su “Exposición…”, publicada el 28 de febrero de 1825, en la que confesaría abiertamente haber cometido actos ilegales en ejercicio de una patente de corso otorgada por la España constitucional, al haber atacado buques de Francia aun cuando sabía para aquel momento que se había derrocado ese régimen, convirtiendo su proceder en meros actos de piratería (por tratarse de buques pertenecientes a una nación ya no enemiga de España) y en justo el reclamo de Dupotet. En su relato, además, confesaba haber vendido en Cuba un gran número de esclavos, sin previa condena, tomados de un buque francés. Las autoridades acuerdan, en consecuencia, el embargo del “Roma Libre” con las demás propiedades de Cotarro, para responder por sus obligaciones en el juicio que habría de seguírsele, según lo instruido por oficio de la Secretaría de Marina y Guerra de fecha 7 de junio de 1825, publicada en la Gaceta de Colombia del 31 de julio. Cotarro, aunque sin éxito, intentará rebatir las acusaciones de Dupotet en otra publicación que llama “Impugnación a los insultos atroces con que el gobierno francés trata de denigrar la conducta de los individuos del corsario Roma-Libre”.
Habilidosamente don José del Cotarro había tratado de ganarse el favor de las autoridades colombianas, con una versión interesada de sus andanzas corsarias, pero un desliz en la manera como las expuso en su folleto lo dejó al descubierto; a partir de ese momento se verá involucrado en acciones judiciales de pública trascendencia, en las que Sebastián Boguier y Renato Beluche también intervienen, consignando sus opiniones en otro folleto titulado “Refutación a la contestación del señor Francisco de Paula Quintero sobre el impreso titulado Siguen los Denuncios contra el bergantín Romano o Roma-Libre”, salido de la imprenta de Joaquín Jordi. Tiempo después el buque de Cotarro es vendido a don José Jove quien lo llamará “El Libertador”, siendo destinado también al corso.
No solo tuvo que enfrentar José del Cotarro un agrio proceso judicial que terminará arrebatándole su buque, sino que también se verá imposibilitado de disponer de los esclavos que traía a bordo del “Roma Libre” a su llegada al puerto. En sus andanzas por el Caribe, aquél había capturado un buque francés con centenares de esclavos que vendió mayoritariamente en Cuba, quedando 38 de ellos a bordo. Vale la pena recordar que un decreto de la Junta Suprema (1810), había prohibido el tráfico internacional de esclavos; el 19 de julio de 1811 se dicta la Ley de Manumisión y una década más tarde se establecen las Juntas de Manumisión que tenían como tarea la compra de esclavos a sus propietarios para darles la libertad.
Por espacio de al menos dos meses, los esclavos permanecieron a bordo del bergantín “Roma Libre” que se encontraba anclado en la rada porteña, hasta que el 10 de marzo de 1825 se reúne la Junta de Manumisión local a solicitud de la municipalidad, para tratar su situación. Inmediatamente la Junta es de la opinión que deben ser declarados libres, con arreglo a la Ley de Manumisión, acordando oficiarle al Síndico Procurador para que informara de ello a Cotarro, y que “le manifieste igualmente la necesidad de tenerlos á la disposición de la Ilustre municipalidad”, para que diera conclusión a las formalidades legales. El 8 de abril de ese mismo año se reúnen los munícipes José de la Cruz Peroso, Presidente José Francisco Velásquez, Domingo Antonio de Olavarría, Juan Antonio Ochoa, Henrique Gerardo Van Baalen y Manuel Sojo, Síndico Procurador General, con presencia de 35 de los esclavos, toda vez que 3 habían escapado, para conocer del oficio de la Junta de Manumisión del 12 de marzo, por el cual se le instruye reclamar de Cotarro los “siervos naturales de África” quienes debían ser libres, quedando todos bajo el cuidado de la municipalidad “hasta que aprendan el idioma, y penetrados de las leyes bajo que viven determinen de su persona”. Para comunicarse con aquellos Francisco Tinoco, natural de África y residente por muchos años en el país, actuó como intérprete informándoles que de acuerdo a las leyes se les declaraba “en el goce de su entera libertad natural”. Llama la atención el trato respetuoso que se le brindó al grupo de manumisos durante aquella sesión, ya que en el mismo acto “se les exploró su voluntad escrupulosamente sobre el destino que querían tomar, y contestaron unánimemente que de ninguna manera se querían embarcar en el buque que estaban, ni en los de guerra, ni en otro alguno, manifestando la mayor parte de ellos que querían dedicarse á la agricultura, y algunos al servicio de las casas”; se le pidió al intérprete, entonces, los destinase según la voluntad de cada uno de ellos. Tomaban esta decisión los funcionarios municipales sin querer ellos destinarlos a oficios específicos, porque permitiéndoles a ellos escoger les parecía “mas libre y conforme á justicia”. Finalmente, acordaron los munícipes que “si querían para su mayor seguridad tener un documento de este acto ocurriesen al escribano público para que les compulsase los testimonios que querían”. El 26 de mayo la Junta se Manumisión se reúne para ser informada sobre la feliz conclusión del asunto de los africanos, “á virtud del zelo con que fue visto el asunto por la Ilustre municipalidad”.
Qué sucedió con aquellos 35 africanos, ahora hombre libres en suelo colombiano, no lo sabemos. Probablemente permanecieron en el puerto integrándose a otras comunidades de color, no sin antes tener que aprender el idioma castellano ya que la llegada de nuevos esclavos a estas tierras, como lo hemos referido, no se verificaba desde finales del siglo XVIII. Quizá formaron un grupo aislado que mantuvo sus usos y costumbres por décadas, y que se puede apreciar en viejas imágenes del puerto. Interesante tema de investigación, sin duda, para los antropólogos. Cuando las actuaciones llegaron a Caracas y son conocidas por la Dirección de Manumisión (Octubre de 1827), sus miembros expresarían: “No ha podido menos la Dirección que sentirse conmovida de placer al imponerse de semejantes diligencias, por el solo hecho de pisar el suelo de Colombia, salen del triste estado de servidumbre, en que yacían poco antes, y entran á gozar de la dignidad de hombres libre”. El tema era de tal trascendencia que se acordó que todos los documentos se insertaran en la Gaceta del Gobierno.
De tal manera que ni último barco negrero arribado al puerto un 26 de mayo, ni centenares de esclavos a bordo, mucho menos un Capitán ganado por las ideas libertarias resultan de los hechos históricos que ahora revisamos y documentamos, pero no por ello deja de ser un episodio de gran trascendencia que merece conmemorarse, noble gesto de los munícipes porteños a favor de la igualdad entre los hombres.

www.ahcarabobo.org.ve







sábado, 14 de mayo de 2016

EL CINE GENERAL SALOM/ ANECDOTA






Estaba mirando hacia el manglar al Este. La última: vez que lo vi estaba cerrado

 y en ruinas. Recordé cuántas veces los porteños habían tenido allí gratos

 momentos. Vi la ventanilla de la taquilla y recordé la faz inolvidable de querido

 porteño que por años la atendía, me refiero a Carlos Martell.

Imaginariamente recorría el interior. Entré en la casilla de los proyectores y sus

 lámparas de arco, su luz intensa, suficiente para proyectar en la pantalla las

 inmensas imágenes
.
Recordé el rostro siempre sonriente de Luis Eduardo, el operador de aquellas

 cámaras Zeiss; con su mano franca tendida en invariable gesto de singular

 bonhomía. ¿Qué se haría Luis Eduardo?

En aquella visita imaginaria por las ruinas del Cine General Salom salió también

 a mi memoria el coronel Lugo. Aquel personajeque parecía, al verlo, había

 servido de modelo de afiche de un analgésico de moda llamado Veramont: Un

 calvo con la cabeza llena de clavos y hasta un sacacorchos penetrando en

 vueltas de tornillo el cuero cabelludo
.
Siempre de dril color crudo, con chaleco dejando de ver deslumbrante leontina.

 En la mano un bastón negro brillante rematado en puño de oro

.
Pero... en el centro de todo, siempre como llenando aquel inmenso espacio

 abierto al aire del mar, la figura legendaria del general Briceño, el dueño. Alto,

 elegante, con sus bigotes torcidos como el Kaiser, pero bellamente blancos.

 Cuello de celuloide y corbata siempre de atractivos colores. Erguido su porte,

 de aspecto y modales de aristócrata, el general tenía siempre un saludo

 amable, solemne, señorial. En las mañanas visitaba los muelles; frecuente

 verlo en la tertulia de porteños abriendo el día en La Marina. Allí pasaba buen

 rato sentado en la popular silla coriana reclinada contra la salitrosa pared.

 Informábase de cuanto ocurría atusando una y otra vez su elegante bigote y

 chasqueando el aire entre los dientes como era en él característico. Era

 ciertamente del Puerto un personaje

.
Pasaba el día en su oficina trabajando. Allí recibía visitas. En las noches como el

 negocio era de familia, desde buen rato antes de la función él y las hijas se

 dirigían al lugar de trabajo. Allí permanecían hasta después de la segunda y

 última función.

El General tenía muchos amigos; era muy respetado; también se lo conocía por

 sus salidas originales y cortantes. Cuentan que una vez se presentaba en

 el cine un distinguido caballero, que temporalmente habitó en el Puerto. Era

 alto, de tez muy roja, cabellos negros abundantes peinados hacia atrás.

 Ampuloso de modales y gallardo en movimientos, al poco tiempo recibió de los

 porteños, que para eso eran hábiles a cual más, el apodo de "Colegallo".

El buen señor iba religiosamente al cine, en el Puerto en las .noches había poco

 más qué hacer. Se acomodaba en su silla en el Patio, y luego de empezada la

función, valiéndose de la oscuridad, acomodaba la silla que le quedaba a un lado


 y luego la del otro apoyando en ellas sus brazos. Como si fuera poco, rato más

 tarde hacía girar la que quedaba enfrente y ponía en ella los pies, total: con un

 solo boleto el buen señor ocupaba cuatro asientos, dispuestos a como le viniera

 en gana para más comodidad. Como la costumbre se hizo hábito, la queja le

 fue puesta al General. -¡Aja! dijo al escucharla. Cuando venga avíseme esta

 noche.
Efectivamente, en la noche apenas entró al cine el buen señor, el General fue

 advertido y le presentaron al cliente. Mirándolo frente a frente le preguntó:

-¿Ud, y que es el señor Colegallo? Sorprendido, el usuario contestó: -Sí... mi

 General, así me llaman mis amigos por cariño.

A lo que respondió con voz terminante y rotunda, dirigiéndose al empleado

 apodado el Cuneno: -"¡Cuneno! Búsquele una silla al señor Cola'e Gallo pa'que

 ponga su cola"
.
Y hasta esa noche duró la costumbre del cómodo cliente de disponer tantas

 sillas para el soporte de su augusta persona
.
Volviendo con el cine, el Patio era el sitio más fresco y agradable, pero había

 quien prefería pagar más para ir a Palco, espacio techado y protegido de

 eventuales lluvias. Un retrato iluminado del General Salom lucía egregio en la

 pared Norte de la sala.

El precio de un asiento era dos bolívares, sillas de hierro y tablas du rísimas, ten

 ían el privilegio de ofrecer al cliente la discutible comodidad para los brazos de

 un duro apoyadero
.
Adelante del Patio y al mismo nivel, pero más cerca de la pantalla, estaba la

 zona de los asientos más baratos, su precio Bs. 0,50. ¡Un real! Y el nombre de

 ese sector se llamaba: General Salom, sin que ello tuviera relación alguna con

 el dueño, pero todo el mundo lo conocía como el "Gallinero".

Allí en vez de asientos había bancos y el duro suelo, según prefiriera el cliente.

 También se podía ver la película de pie, y los rincones angulares del amplio

 espacio bajo las estrellas del cielo del Puerto, servían para inconfesables usos

 que aspirara taJ nombre
.
Dos funciones ofrecía el Cine General Salom: La primera la preferida por las

 familias y personas de respeto. La más concurrida también. Cuando terminaba

 la función, a la calle salía un río de gente. Era el momento en que en las aceras

 avivaban sus fuegos las bandejas de fritanga. Las matronas curazoleñas

 sentadas como en Willeminaplain, esperaban a sus clientes. Empanadas,

 pastelitos, torrejas, arepitas; todo era ofrecido para que nadie fuera con

 hambre a la cama. No faltaba el vendedor de "raspados" y el heladero, que

 ofrecían los últimos productos que no había derretido el sol del Puerto.


Aquella marejada de gentes que iban y venían. Los apuros del taquillera para

 proveer de los últimos boletos. El ruido de los parlantes que irrumpía a toda

voz hacia la calle, anunciando el fin y comienzode la próxima función, era cada

 noche un momento cúspide del acontecer porteño
.
Pero si por algo es memorable el Cine General Salom fue porque en él se hizo

 la presentación en 1937 de la primera película hablada en español que vieron

 los porteños. Su título "Allá en el Rancho Grande", con Tito Quizar. En aquella

 época el porcentaje de la población analfabeta era muy alto. Las películas en

 inglés con títulos no eran entendidas por la mayoría. De manera que cuando

 por primera vez las clases más humildes pudieron ver en la pantalla

 a personajes que hablaban en el propio idioma, aquello constituyó un

 acontecimiento de tal magnitud que llegó a los límites de lo inimaginable
.
"Allá en el Rancho Grande" fue proyectada noche tras noche con el más grande

 éxito. Venían de los campos, Patanemo,BorburataSan EstebanGoaigoaza,

 más alláde El PalitoMorón y Drama camiones llenos para ver la película

.
En el carnaval siguiente el disfraz de Ranchera, de "Charro" y la aceptación del


 baile "Jarabe Tapatío", con pisotones en el ala ancha del sombrero mexicano en

 tierra, se lo quiso ver como variedad de baile propio
.
Para los mismos tiempos se inauguraba la Urbanización Valle Seco,

 primera obra social del gobierno del General Eleazar López Contreras,

 destinada a dar viviendas a los trabajadores portuarios. Desde esa fecha y por

 causa de la película, Valle Secocambió su nombre en "Rancho Grande", por

 voluntad y decisión popular
.
Así el cine mexicano entró al Puerto, por la puerta ancha y popular

 del Cine General Bartolomé Salom



Tomado del Libro Hadas Brujas y Duendes de Puerto

 Cabello, propiedad intelectual de Adolfo Aristeguieta

 Gramcko
.


domingo, 8 de mayo de 2016

Origen/Dia de las Madres en Venezuela/Interesante Historia

Historia del "Día de la madre" en Venezuela

En Venezuela se organizó el primer "día de las tres madres" el 24 de mayo de 1921 en Valencia (Edo. Carabobo) por el Dr. Jesús María Arcay Smith, presidente de una asociación llamada "Caridad y Concordia", quien logró que este día fuera oficializado por el Concejo Legislativo.
Posteriormente 82 Concejos Municipales de Venezuela, decretaron por igual esta celebración, hasta que en el año 1924 una ley del Congreso Nacional decretaba la celebración anual en todo el territorio Nacional de "el día de las tres madres".
Esta celebración poco a poco fue adaptándose a las festividades internacionales, y perdió su nombre original. Hoy se conoce simplemente como el "Día de la Madre".
En la actualidad se celebra con grandes eventos en los centros comerciales, ofertas atractivas de regalos, menús especiales, cajas de chocolates, flores por todas partes. Pero más allá de los excesos de la sociedad de consumo, esta celebración ha servido para reflexionar sobre el sentido de la maternidad y escribir ríos de tinta con experiencias, reportajes, testimonios e historias de madres.




Plaza ubicada en la Urbanización Camoruco (Nuevo Camoruco) de la ciudad de Valencia. En ella se encuentra el Monumento de Nuestra Señora de La Concordia Inmaculada ,Reina de las Madres , esta obra es un grupo escultórico formado por tres estatuas de mármol blanco tamaño natural que representan a la Madre de Dios con el divino niño en sus brazos, la Madre Patria y nuestra Madre.

En Valencia, Estado Carabobo nació la celebración del Día de la Madre, un 24 de mayo de 1921, por iniciativa del doctor Jesús María Arcay, un conjunto escultórico en mármol de carrara es el testimonio fehaciente de este acontecimiento, se encuentra enla plaza “Las Tres Madres”, parroquia San José, sector Camoruco.
Según reseñas del doctorGuillermo Mujica, cronista de la ciudad, así como del poeta y escritor Francisco González Guinán, el monumento primero se hallaba en el parque inaugurado en 1925 entre la antigua Facultad de Derecho de la Universidad de Carabobo y el Teatro Municipal, luego lo ubicaron en el Hospital de Niños Jorge Lizarraga, de la Ciudad Hospitalaria “Dr. Enrique Tejera”, pero las autoridades de la época consideraron que debía estar en un espacio apropiado, de allí que le construyeron la plaza detrás de la Cruz Roja.
El Dr. Jesús María Arcay, nació en La Victoria, Edo. Aragua en 1882. Fue doctor en Ciencias Médicas y creador de la Clínica Doctor Carlos Arvelo y de la Sociedad Caridad y Concordia, donde promovió la escuela nocturna de varones y una diurna de niñas, una clínica para ancianos indigentes y otra para niños pobres.
Fue director del Servicio de Medicina de Mujeres del Hospital Civil, médico del Asilo de Huérfanos, médico militar, inspector general de hospitales y médico de la ciudad.














martes, 3 de mayo de 2016

VELORIO DE CRUZ DE MAYO...



Durante la noche de este jueves, horas antes del 03 de mayo, la comunidad de San Millán en Puerto Cabello realizó la tradicional Noche Buena, en la cual los habitantes rezan, bailan y cantan a la Cruz de Mayo, para de esta manera iniciar su velorio y así dejarla pura y lista para ser observada por toda la comunidad.


Esta tradición se divide en dos etapas, la primera es la parte espiritual donde se hacen los rezos, seguido de la fiesta, en la que se le canta y baila a la cruz. Ya cuando se hacen las 12:00 de la madrugada culmina la festividad y formalmente empieza el velorio.
Nancy Hernández, perteneciente al grupo Tambores de San Millán y encargada desde hace 30 años de esta actividad, explicó: “Nosotros siempre acostumbramos a empezar a las 10:00 de la noche del día 02 de mayo, para que ya el día 03 de mayo la cruz se encuentre con cantos de sirena y con su golpe de tambor”.
Recordó que la cruz será velada hasta la madrugada del 31 de mayo, momento en el cualse bajará y colocará a San Juan Bautista.



Por su parte, Germán Villanueva, cultor popular y director de la agrupación Tambores de San Millán, con mucho entusiasmo comentó: “Hoy (jueves) es la noche buena, ya el 03 es el día que inicia el velorio, por tradición comenzamos con este tipo de actividades”.
Como fiel devoto, la mayor alegría de Villanueva era que el cielo les regaló lluvia ese mismo día, “aquí estamos felices porque la naturaleza se acordó de nosotros y nos trajo el primer aguacero de mayo y fue precisamente en el mejor momento. Es toda una belleza lo que ocurrió, un homenaje a la lluvia, a la naturaleza, en honor a que el agua que cae y germina la semilla y con ello la vida”, expresó.




fotos cortesía de Imacult.