jueves, 26 de mayo de 2016

Diablos Danzantes de Corpus Christi


Los Diablos Danzantes de Corpus Christi son una tradición de la costa central de Venezuela que se celebra en honor al Corpus Christi el noveno jueves después del Jueves Santo o día del Santísimo Sacramento (Fecha móvil entre los últimos días de mayo y los primeros días de junio). Su origen se remonta a más de 400 años, cuando elementos de la tradición católica se unen a creencias populares y de raíz africana. Dada su riqueza y significación, que refleja la identidad y diversidad cultural de Venezuela, esta sincrética manifestación –representada por 11 cofradías– fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2012.





La celebración de los Diablos Danzantes de Corpus Christi está conformada por promeseros que visten indumentarias coloridas y máscaras de diablos –elaboradas por cada cofradía–, y los devotos que colaboran con los preparativos de altares y ofrendas. La iglesia católica forma parte activa de la celebración, al cumplir un papel fundamental en la escenificación –llevando la Eucaristía–, mientras los diablos bailan por el pueblo al ritmo de maracas, cajas, tambores o instrumentos de cuerda para espantar al maligno, hasta rendirse sumisos ante el Santísimo. La participación es masculina, aunque las mujeres forman parte importante en el proceso de confección de trajes, y soporte de la festividad. La cofradía que incorpora una mujer en su baile, “La Sayona”, 




Las once cofradías que conforman los Diablos Danzantes de Corpus Christi de Venezuela son: Diablos de Yare, vestidos totalmente de rojo y grandes máscaras, ofrendan en torno al pueblo San Francisco de Yare (Miranda); los Diablos de Naiguatá, de trajes multicolores y máscaras con facciones de animales marinos (Vargas); Diablos de la Costa, Cofradía de Chuao, Cofradía de Turiamo y las jóvenes Cofradías de Cata y Cuyagua (todas en Aragua); Cofradías de Patanemo y San Millán (Carabobo); Las Diabladas de Tinaquillo (Cojedes) y San Rafael de Orituco (Guárico).



Diablos Danzantes de Patanemo, en Carabobo

La Bahía de Patanemo ofrece, tanto a visitantes como locales, blancas arenas y aguas azul turquesa de belleza inigualable. Este territorio del país alberga una de las cofradías de los Diablos Danzantes de Venezuela más antiguas, ya que su origen se remonta a 1721. Esta sociedad en particular se da un baño de purificación en el río “El paso de Belén”, como parte del ritual de los diablos danzantes.
Esta cofradía en específico realiza las máscaras dos meses antes del día de Corpus Christi, en ellas recrean animales como peces, perros, cochinos, pericos y dragones; las mismas son hechas a base de cartón con engrudo y se deben renovar cada año.
Los trajes son de rayón estampado o satén, pero antes de usarlos deben ser santiguados por el capataz; las mujeres se visten con batas de colores, no usan máscaras, a veces bailan y a veces colaboran con el cuidado de los niños durante la danza. Utilizan el cuatro con las cuerdas volteadas y la danza es acompañada por unas maracas y por campanas o cencerros.

Diablos Danzantes de San Millán, en Carabobo


Ubicada en el área centro-norte costera del país, la población de San Millán, en el estado Carabobo, celebra año a año una de las manifestaciones de mayor arraigo cultural en Venezuela.
Los Diablos Danzantes de San Millán se originan en el año de 1827, aunque es desde el año de 1973 que se rescató la tradición. Esta cofradía se organiza por tres capataces que, aunque ofrecen el servicio de guía espiritual, no tienen distinción entre los otros diablos.
Los hombres que deseen ser parte de esta cofradía deben cumplir con tres requisitos: tener más de 10 años, estar bautizado y bailar sin interrupción durante siete años.
Su vestuario es sumamente colorido y las máscaras están hechas con alambre moldeable, papel periódico y cintas de colores. Las mujeres acompañan a estos danzantes y los apoyan con agua, chocolate o si el traje se daña. Durante las danzas van al ritmo del cuatro y bailan también el caracol o juego en círculo.
Esta cofradía no tiene jerarquías, sólo eligen a los capataces por años de dedicación o trayectoria.








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